Hace varios atrás. 21. Hubo un temporal de viento norte de ésos de varios días, con lo cual imaginé una historia. Al momento de escribirla fui abriendo puertas a un personaje ficticio, inventado, Lorena, la navegante. Fue una creación sumatoria de la época, casi aspiracional de ese ideal.

Con ella caminé por muchos lugares de Algarrobo. Todo imaginario en prosa poética. Así como redacción de coplas. Pero sin happy ending.
Todas las historias anteriores tuvieron otros finales. Y zas, la historia se entrecruza, varios años después, como esa película Antes de Amanecer, con su hermana Antes del Atardecer, protagonizadas por Ethan y Julie. En esos diálogos incisivos. Intensos.
Y comienza en la mente la segunda parte de Amanece en Algarrobo, de modo natural. Las mismas preguntas, la misma inquietud, la misma música de fondo.
Que va. Caminar por el mismo “set” de roqueríos, borde costero, mirar los veleros viendo a Lorena arrasándolo todo en su magia. Lorena y sus atributos mágicos dando vueltas de nuevo en esta bahía. No se si la dejo esta vez. Quiero hablar con ella esas palabras pendientes, preguntas, averiguar su mente loca, traviesa, creativa.
Lorena ha vuelto más madura, moviendo el tablero de una novelita editada en los 90s que leyeron mil personas.
Ya no tengo miedo de decirle todos los secretos. Lorena, volveremos a hacerte protagonista. Veamos como va esta parte del viaje. Escoge tu mejor ropa, tu perfume de siempre. Y sonríe y llora de un día a otro, veleta cambiante.
Si no fueras extrema, intensa, no serías personaje de mis novelas. Mujer con besos sabor a Trencito, dime, ¿qué tienes para contarme?